En la noche del viernes cinco de abril las fuerzas policiales del mandatario ecuatoriano, Daniel Noboa, irrumpieron en la Embajada de México en Quito y secuestraron al ex-vicepresidente Jorge Glas, un acto de barbarie que expresa la naturaleza de la ultraderecha fascista.
El Presidente Nicolás Maduro condenó el atropello a la sede diplomática mexicana en Ecuador, y manifestó nuestra solidaridad con el gobierno y el pueblo de México, de igual manera, la inmensa mayoría de los países protestaron ante estos hechos de suma gravedad, y la CELAC se reunirá de emergencia en breve.
Los diplomáticos mexicanos fueron agredidos físicamente por la guardia pretoriana de Noboa y su incursión violó el espacio territorial de México, lo que provocó la digna reacción del Presidente Andrés Manuel López Obrador y de la Cancillera, Alicia Bárcenas, quienes anunciaron de inmediato la ruptura de las relaciones diplomáticas.
Noboa, uno de los “pelucones”, como le dicen en Ecuador a los oligarcas, incurrió en el delito de violación del artículo 22 de la Convención de Viena, que establece la inviolabilidad de las misiones diplomáticas, y la Convención de Caracas, suscrita en 1954 que norma el derecho al asilo, los acontecimientos del pasado viernes dejan muy claro que Jorge Glas es un perseguido político.
La restauración neoliberal tiene dos particularidades en este momento histórico: la oligarquía apátrida asume directamente el poder, y arremeten contra la legalidad y los derechos del pueblo.
Ante el fascismo no hay medias tintas, no caben las posiciones ambiguas y blandengues, al fascismo hay que enfrentarlo con el pueblo en la calle y asestándole fuertes golpes políticos y jurídicos.
El primer deber de los demócratas es la defensa de la democracia.
