Comunidad Futura

«La Comunidad Futura. Contribución a la Critica del Estado Capitalista», es un libro escrito por el Diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV, Roy Daza. El libro fue editado y publicado por el Partido del Trabajo, en marzo 2019, en Ciudad de México.

A continuación dejamos un fragmento de esta obra que nos acerca y nos proyecta al futuro:

La Transición Hacia la Comunidad Futura.

El Comandante Chávez en junio de dos mil doce dice que para avanzar hacia el socialismo es necesario, “… pulverizar completamente la forma de Estado burguesa…”. Su posición es tajante, no admite equívocos ni falsas interpretaciones. ¡Y esa, y no otra, es la dirección estratégica a seguir!

Un propósito político de tal envergadura impone el abordaje de problemas nodales: el primero de ellos: la necesidad de defender con todo vigor la soberanía nacional sobre las más grandes reservas de petróleo del mundo que están ubicadas en la “Faja Petrolífera del Orinoco Hugo Chávez” y definir expresamente que la distribución de los proventos de la renta petrolera ha de ser una decisión ampliamente conocida y discutida por el pueblo, y decididas por la Asamblea Nacional.

Evidentemente es una paradoja que para transformar al Estado sea necesario fortalecer al Estado, en particular al Ministerio de Petróleo, -o el ente estatal designado para sus fines-, debido a que es la instancia que debe velar por el cumplimiento estricto de los planes de producción de barriles de petróleo y gas, y garantizar el cobro de las regalías, que es el mecanismo mediante el cual se expresa la soberanía nacional sobre los yacimientos.

Tal paradoja no es aparente, es real, pero ha de resolverse en la medida en que a escala internacional los productores de petróleo se asocien para defender sus intereses. Y, a lo interno, la clase trabajadora de todo el país, asuma la responsabilidad de toda la vertiente productiva del petróleo. No hay que olvidar, jamás, que cuando la oligarquía enquistada en PDVSA, en 2002, pretendió destruirla, y casi lo logra, fueron los obreros petroleros quienes levantaron a la empresa más importante del país. Lo que echa por tierra las estigmatizaciones sobre la incapacidad de los trabajadores de dirigir una empresa de gran magnitud.

Otra medida de política económica, dirigida a profundizar en la ruta de transformaciones en curso, está relacionada con una definición tajante: los proventos de la renta debe ser dirigidos al gasto público, es decir, para atender las necesidades del pueblo, que es, en definitiva, el propietario de los inmensos recursos naturales que tiene Venezuela.

Tarea de alto interés nacional es la exacta delimitación en las cuentas nacionales del Banco Central de Venezuela, de los ingresos que corresponden a la renta internacional de la tierra, por un lado; y por otro: los que surgen de la economía productiva del país, ello contribuiría a delinear de manera precisa las estrategias a seguir en la planificación económica del país en las próximas décadas. Además, esa delimitación antes propuesta tiene otro objetivo, que es determinar con exactitud el destino de la renta, toda vez, que en la época de la “apertura petrolera” la renta fue capturada en el origen, mediante el no pago de las regalías, pero, ahora, la renta ha sido capturada en el destino, mediante múltiples modalidades.

En este sentido, hay que tener conciencia plena que la disputa por la distribución de los ingresos es donde se evidencia la “condensación de la lucha de clases” dentro de las estructuras del Estado, y su resolución se define por quien controla el poder político, quien alcanza a construir un consenso nacional sobre los temas vitales de la política y encarar la tensión aguda entre las clases y sectores de clase contendientes. El bloque popular revolucionario que tenga la hegemonía en el Estado, tiene que buscar afanosamente los consensos políticos indispensables, fraguar las alianzas ineludibles, y por encima de todo, garantizar que las decisiones de política económica favorezcan claramente a la confluencia de las clases laboriosas.

El Estado-nación ha de ser fortalecido ante la ofensiva imperialista que busca ponerlo al servicio de sus intereses, y al mismo tiempo, hay que construir una democracia fuerte, que enfrente a la reacción de la clase capitalista que desde las estructuras del Estado se apropian de la renta y de las decisiones esenciales de la Economía Política. Una cualidad de tal dimensión es posible en la medida en que el movimiento popular logre construir una “poderosa armazón de fuerzas”, que no solo sirva de contrapeso, sino que se vuelva hegemónica, que la idea revolucionaria de la clase trabajadora sea la que prevalezca. Solo entonces estaríamos hablando de “pulverizar el Estado burgués”.

La acumulación de capital en el sistema capitalista rentístico se realiza en las múltiples vías arteriales por donde fluye la renta, fuera y dentro de las estructuras del Estado, se forma la burguesía, que es una clase capitalista propiamente dicha, dado que emerge en su forma más “cósica”, en su “forma fetiche”, la burguesía financiera es su brigada de vanguardia, -y aquí de nuevo encontramos otro de sus rasgos distintivos- esa subclase capitalista-financiera está estrechamente vinculada al sistema financiero internacional. Una vez más, se comprueba que la economía venezolana no se puede analizar al margen de lo que sucede en la economía mundial, dada su relación orgánica.

Levantar la producción agraria tiene como requisito resolver el asunto referido a la sobrevaluación del signo monetario, un giro en la política fiscal y monetaria, para lo que es necesario alcanzar consensos nacionales de alta densidad entre las diversas fuerzas políticas, empero, ha de quedar claro que la revolución bolivariana tiene que ser capaz de desarrollar una política económica que mejore las condiciones materiales de vida de la población, porque no se trata de socializar la pobreza, sino de alcanzar un desarrollo económico sostenible y sustentable.

La transformación del Estado tiene que ver fundamentalmente con los cambios que en el ámbito económico han de ponerse en marcha, pero no solo allí, es indispensable que el aparato educativo sea puesto al servicio de la industrialización, y de manera particular, en aumentar de manera significativa la producción petrolera. ¿Puede ser esa la base material de un nuevo consenso nacional? ¿Por qué no?

La revolución bolivariana ha transitado un largo camino en la ruta de construir una democracia participativa y protagónica, buscó un salto cualitativo en reforma constitucional de 2007, pero la reforma fue derrotada en referendo, por muy poco margen, no obstante, quedó evidenciado que a lo interno del movimiento revolucionario, existían no pocos disensos, empero, si bien es derrotada la reforma, la creación de los consejos comunales no se detuvo, avanza a lo largo de todo el territorio nacional, que son dotados de recursos y competencias para que tengan capacidad de gestión de lo común. Un movimiento ciudadano que asume la gestión de asuntos públicos. Emerge un nuevo mapa de relacionamiento social, (que tuvo su antecedente más inmediato en los CTU y en los comités de participación y transformación del hábitat, CPTH), en cuanto a organización ciudadana, porque las otras formas de organización adquieren una dinámica distinta: los Comités de Salud, las Mesas Técnicas de Agua y las de Telecomunicaciones, los Comités de Tierra… Se pone en movimiento una nueva interacción, compleja, abigarrada: entre políticas sociales que se despliegan con participación ciudadana, y organización ciudadana que recibe un respaldo económico e institucional del Gobierno Bolivariano. Todo esto se va convirtiendo en síntesis de una democracia radical, hecha pueblo activo, deliberante, que desafía e interpela en la calle a la ideología de las élites poderosas, que ni por un instante cesan en sus ataques contra toda forma de organización popular.

La aprobación de las leyes del poder popular en 2010 marca un punto de inflexión, la organización ciudadana se expande y ahora tiene base jurídica, surgen las comunas, con diversos resultados, la contraloría social, los parlamentos comunales, las leyes sobre economía asociativa, en fin, un conjunto de instrumentos jurídicos que tienen el objetivo de ir transformando progresivamente al Estado burgués, a pesar de los avances, la puesta en marcha de una economía asociativa aún no alcanza metas de significación.

La democratización es un cambio revolucionario que tiene que ver con la cultura del trabajo como categoría principal, es la expansión de la igualdad, la ampliación de los derechos sociales –no solo en los textos constitucionales, sino en la vida real-; una democracia es un sistema político en el que los ciudadanos votan, ejercen su derecho al sufragio universal directo y secreto, pero también cuentan con mecanismos para participar en aquellas decisiones trascendentales de la vida nacional, para ejercer la gestión de los asuntos públicos, “reasumir funciones de gobierno que delegó al Estado”.

La experiencia reciente de los procesos de cambio en América Latina enseña que la democracia no es una etapa temporal, es un método revolucionario, un espacio/tiempo en el que se realizan las capacidades autónomas de la sociedad. La democracia es consustancial al socialismo y el Socialismo del Siglo XXI o es democrático o no es, lo que significa una creciente disolución del Estado – monopolio, del Estado como “aparato de dominación”; la democracia es la condición política de una nueva economía autogestionaria, asociativa, comunitaria, que seguramente será la combinación de múltiples experiencias y de la integración de diversas “ideas-fuerza”, pero lo que sí está claro, es que la gestión comunitaria no puede ser implantada desde el Estado.

No se trata solo de un insidia terminológica, al considerar que las transformaciones al Estado venezolano tienen que partir de cambios en la Economía Política, y no al revés, es por ello que se insiste que de lo que se trata es de construir una comunidad de ciudadanos, un socialismo comunitario que no signifique estatización, sino que los trabajadores asuman la producción y se vayan creando nuevas relaciones sociales, entonces, la ruta es hacia una nueva economía política y no es éste solo un asunto territorial, es a que la economía asociativa o economía del “bien común” se convierta en hegemónica, y no desde el Estado, sino en la acción voluntaria y masiva de las clases laboriosas.

Engels, polemizando con sus camaradas de la socialdemocracia alemana, lo resume así:

“Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución, para someter por la violencia a los adversarios, es un absurdo hablar de Estado popular libre: mientras el proletariado necesite todavía del Estado no lo necesitará en interés de la libertad, el Estado como tal dejará de existir. Por eso nosotros propondríamos decir siempre, en vez de la palabra Estado, la palabra “Comunidad”…”.

[Carta a A. Bebel, 18 de marzo de 1875]

La Comunidad Futura es el socialismo comunitario del siglo XXI, en una fase primaria será nacional, para luego irse extendiendo en el continente, y luego planetaria. El objetivo de la revolución no es administrar eficientemente el sistema capitalista, sino el de revolucionar la sociedad en su conjunto, construir una nueva economía, nuevas formas de relacionamiento social entre hombres y mujeres más libres y más plenos, de lo que se trata es de luchar sin descanso por una Comunidad Universal.


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