Geopolitica de la Pandemia (Parte II): El “Treparejas” y SilverCorp USA- Conclusión

Por Omar Hassaam

Entre los días 3 y 5 de mayo de 2020, los organismos de seguridad del Estado en Venezuela lograron capturar una gran cantidad de mercenarios y asesinos que pretendían entrar a Venezuela por la playa de Macuto en el Estado La Guaira. La invasión de estos mercenarios fue acordada a través de un contrato firmado entre una “empresa de seguridad” relacionada directamente con el Señor Trump – la llamada “SilverCorp USA” – y el señor de la Asamblea Nacional, con la finalidad de crear caos en Venezuela y asesinar a varias figuras importantes del gobierno venezolano, estimulando así un colapso del gobierno que luego sería administrado por la empresa mercenaria. Entre los aprehendidos se encuentran dos marines de Estados Unidos. Los detalles de estos acontecimientos se están dando mientras se escriben estas palabras, por lo cual no se pueden colocar en su totalidad.

Venezuela ha llegado a escuchar sobre el contenido del contrato firmado entre el Señor de la Asamblea Nacional y sus secuaces, y la empresa SilverCorp USA. Es como si fuera que los hechos en Venezuela saltan de las páginas de la novela inglesa “The Dogs of War” (los Perros de la Guerra), escrita por Frederick Forsyth en 1974. La novela, interesantemente, narra la historia de un ejecutivo de una empresa minera británica que contrata a un grupo de mercenarios para derrocar el gobierno de un país africano, con al finalidad de instalar un régimen títere que le permita minar todo el país y vaciar sus riquezas naturales.

El contrato firmado por el Señor de la Asamblea Nacional coloca a la empresa mercenaria estadounidense por encima de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, asunto que tiene mucho sentido, porque los firmantes de ese contrato no deberían confiar sus vidas (y por el resto de estas) en manos de cualquier venezolano. Lo importante es que el contrato sustituye a la FANB y eleva la empresa a niveles de efectivamente ser la entidad que “poseería” la soberanía venezolana.

Los mercenarios capturados son los mismos que fueron entrenados en los campos de guerra en Colombia, los mismos que fueron señalados por la Vicepresidenta Delcy Rodríguez durante su intervención en la Asamblea Nacional de la ONU (2019), y que nadie en Colombia realizó algo al respecto. Ya van más de 50 mercenarios capturados, de las varias incursiones que se dieron, todas marítimas ya que las vías terrestres están fuertemente vigiladas.

El Señor Pompeo informó de manera bastante arrogante que “pronto alzaremos de nuevo nuestra bandera en nuestra embajada en Caracas”, pocos días antes de la incursión de los mercenarios. Ahora que sus mercenarios entraron y cayeron en las manos de los organismos de seguridad del Estado venezolano, su jefe, el Señor Trump, notificó que él tiene nada que ver con eso. Adicionalmente, que si él lo hubiera hecho, terminaría muy diferente (en referencia al aplastante fracaso de la incursión), y hubiera sido una verdadera invasión, con militares gringos.

Sin duda alguna, analizar detalladamente los contenidos del contrato con Silvercorp USA es una tarea obligatoria para todos los venezolanos, incluyendo las implicaciones de un diputado de la Asamblea Nacional firmando un contrato para traer mercenarios al país, simplemente porque una potencia foránea lo “decretó” presidente de la República, la misma potencia que le robó a esa república miles de millones de dólares para financiar ese mismo títere. Igualmente será necesario explorar las ramificaciones de los ex – marines gringos capturados como mercenarios en esos grupos, y las implicaciones de los reclamos del Señor Jordan Goudereau, el ahora famoso CEO de SilverCrop USA, contra los señores firmantes del contrato, que incluyen el treparejas de las Asamblea Nacional, y los Señores Sergio Vergara y Juan José Rendón, por no honrar el contrato (los “brillantes” señores no le pagaron a sus mercenarios). 

No obstante, para efectos de nuestros análisis geopolíticos, la información que hemos recibido hasta los momentos, es más que suficiente para confirmar nuestras sospechas. El Señor Trump está muy correcto al señalar que eso no era una invasión, y cuando él lo haría, sería empleando las fuerzas armadas bajo su control. Por eso es que los mercenarios que llegaron a Venezuela desde Colombia no eran una invasión, sino agentes provocadores del caos. La idea, obviamente, es encender el país con elementos desde afuera (ya que no existen elementos suficientes y efectivos para realizar eso desde adentro), aprovechándose de las limitaciones en recursos que enfrentan tanto el pueblo como el Estado venezolano, a raíz de las sanciones y el colapso de los precios del petróleo, y la cuarentena y el distanciamiento social, productos del COVID-19. El caos, los asesinatos, las masacres programadas, quizás unos cuantos llamamientos a la insurrección como los realizados durante la “aventura” de abril del 2019 ante la base aérea Francisco de Miranda (La Carlota), por parte del Señor treparejas de la Asamblea Nacional, todos son elementos preliminares y a la vez requisitos para la verdadera invasión gringa.

Los mercenarios solo necesitan sostener la situación de violencia e inestabilidad a “fuego mínimo”, por un determinado periodo. Durante este periodo, entraría en juego el arma mortal más poderosa del imperio: los medios de comunicaciones. Estos transformarían dos o tres incidentes de terrorismo en Venezuela, en la versión latinoamericana del Triangulo de la Muerte en el norte de Irak, o de Somalia, o de cualquier otro país en el cual Estados Unidos ha ido a “liberar”. En ese momento es que actuaría el Señor Trump, declarándole a su nación que la situación en Venezuela es insostenible, y ya los rusos, los chinos, los persas, las FARC, los carteles de drogas, el Qaeeda, ISIS (el mal llamado Estado Islámico) y los marcianos, todos están infiltrándose para tomar control de Venezuela, con la finalidad de desestabilizar el continente y eventualmente invadir a Estados Unidos.

El héroe Trump, “preocupado” por esta situación creada por la dictadura venezolana – el “derramamiento de sangre” que él mismo instigó a través de sus secuaces – y la posibilidad imposible de una amenaza china y soviética (disculpa, quise decir “rusa”) al territorio estadounidense, no tendrá otra opción que intervenir en Venezuela (ahora con verdaderos soldados, y no los dispensables y reciclables que enviaron para fomentar el caos). Así salvaría al pueblo venezolano, salvaría a todos los pueblos latinoamericanos del “comunismo” y de los nefastos chinos, rusos y persas, salvaría a Estados Unidos de este “clear and present danger”, y finalmente y más importante, salvaría su segundo periodo como presidente de Estados Unidos. Así es, pues, que se manufactura una nueva “Granada”, a la medida de las realidades existentes, y las necesidades que surgen.  

Lamentablemente para el Señor Trump, y como dice el poeta escoses Robert Burns en su poema “Para un Ratón”, “the best-laid plans of mice and men go often askew” (los mejores planes de los ratones y los hombres, suelen torcerse (fracasar)). En 1941, a punto de iniciar la operación Barbarossa (la invasión de la Unión Soviética), el Señor Adolfo Hitler consideraba que, al darle una “patada” a la puerta del gigante euroasiático, toda la edificación caería por su propio peso. Pocos años después, los rusos alzaron la bandera soviética sobre el Reichstag alemán. El Señor Trump pensó justo lo mismo sobre Venezuela. Pero, y a pesar de la crueldad de las sanciones, aún sigue Venezuela aguantando.

Pensaron que los órganos de seguridad del Estado son un desastre total, y fueron esos mismos órganos “desastrosos” e “incompetentes” que efectivamente desarticularon los agentes provocadores del caos, enviados por el Señor Trump. A pesar de la alta “calidad” de los planes del Señor Trump, pues se vieron retorcidos por varios errores, como por ejemplo las expectativas sobre la seguridad del Estado venezolano, y las expectativas sobre la “fragmentación e incompetencia de la FANB”.

Otro ejemplo de los errores de Washington fue la suposición errónea que, al “nombrar” el líder de la oposición en Venezuela, todos los otros factores opositores se postrarán ante el ungido por Washington. Pero ya hemos visto cómo una multiplicidad de actores de la oposición venezolana le han pasado y le siguen pasando facturas al Señor treparejas de la Asamblea Nacional. Fue la Señora Patricia Poleo quien publicó por primera vez el contrato de SilverCorp USA, y no fue Diosdado Cabello, por ejemplo. Para efectos del plan gringo, se requiere de un frente unido de la oposición que nunca jamás ha existido, desde 1998 (elecciones presidenciales del Comandante Chávez).     

A juicio de quien suscribe, el Señor Trump no desea invadir a Venezuela por sus recursos naturales. No es que no los desean, pues sus avaricias no tienen limites, sino que el tema energético es de mediano plazo, y gente como este señor no piensan con la noción de mediano plazo en mente (y mucho menos de largo plazo), sino en lo que les beneficia a ellos ahorita mismo, y ya. Desde el inicio se trataba de acabar con el legado del Comandante Chávez, para que la restauración conservadora en América Latina no sufra reveses como en Argentina, o que sigan triunfando electoralmente, como en Bolivia. En ese país andino, la única manera para que asuma el poder la derecha fue a través de golpes de Estado, ya que electoralmente, se les hizo imposible. Es el legado bolivariano, y no el cubano, el que ha alejado a la región lejos de su “terrateniente” tradicional, y hacia una nueva independencia. Naturalmente, la Revolución Bolivariana debe ser erradicada, no tanto por el pueblo venezolano, sino por las prioridades geopolíticas estadounidenses en la región y en el mundo entero.

Lamentablemente para los gringos, la pandemia (o más bien, la manera en la cual la administración del Señor Trump ha manejado esta); la guerra de precios del petróleo; el colapso paulatino de la industria del esquisto, y la dinámica de la guerra comercial contra la China (que en muchas veces aparenta ser una guerra contra todo el planeta), obligaron al inquilino actual de la Casa Blanca a enfocarse aún más en lo mismo que ya estaba buscando (regime change en Venezuela), pero ahora con nuevas y más importantes (urgentes) razones o motivaciones. Es así de sencillo. 

Conclusiones Generales

El documento actual (ambas partes) tiene el ambicioso propósito de relacionar la expansión de una pandemia a las dinámicas de la geopolítica global, justo en el momento de expansión pandémica. Consideramos que no solamente se debe estudiar el impacto que tiene la pandemia sobre los procesos internacionales, sino el impacto de las acciones humanas en el ámbito internacional sobre la expansión de la pandemia, permitiendo en ciertos casos que la pandemia tenga mayor alcance y cause más daño que lo que hubiera causado, sin la intervención del factor sociopolítico, entre otros factores.

Tanto la pandemia de 1918 – la mal llamada “Gripe Española” del H1N1-18 – como la pandemia del 2020, fueron afectadas profundamente por las políticas internacionales de ciertos Estados, las cuales exacerbaron la mortalidad y expansión de sus respectivas pandemias. Solemos investigar los efectos de las mutaciones de los diferentes virus sobre las poblaciones humanas, sin considerar de manera seria y sistemática el rol de las políticas humanas en la expansión de dichos virus.

Durante la segunda década del Siglo XX, los aliados en la Primera Guerra Mundial (Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia) ocultaron la realidad sobre la pandemia, empezando por sus verdaderos orígenes – Estados Unidos – y se expandió a través de las trincheras de la guerra, en Francia. La pandemia fue ocultada con la finalidad de garantizar el triunfo militar de los aliados, el cual a su vez fue lo que les permitió a los aliados dictar los artículos del Tratado de Versalles de 1919, y determinó la repartición del botín global. Las condiciones de guerra estimularon en el virus una mutación que era fuera de lo común para la familia de Coronavirus, y a raíz de esta mutación, el mismo adquirió la terrible letalidad que se evidenció durante dicha pandemia.

Durante la segunda década del Siglo XXI, varios gobiernos europeos y el norteamericano ignoraron y/o descartaron las medidas de distanciamiento y la suspensión de las actividades económicas, justo a raíz de que estas medidas paralizarían los ingresos de los dueños de los medios de producción. Aprovechando el colapso de las industrias del transporte a raíz de las cuarentenas a lo largo del planeta, ciertos productores de petróleo declararon una guerra de precios. Existen quienes creen que la guerra es de precios y de cuotas en el mercado, mientras que otros consideran razones más ocultas y menos enunciadas, como por ejemplo la neutralización de la industria de esquistos de Estados Unidos. No obstante, y producto de estas políticas y posturas, la pandemia del COVID-19 ha logrado expandirse y cobrar más vidas que lo que logró en su país de origen (o de primera detección), en la China.

Argumentamos que el factor más importante que nos explica la inmensa falla occidental en responder a la pandemia es el factor neoliberal, el que insisten en decretar la salud como una “mercancía”. La crisis económica y financiera de la Unión Europea desde el 2009 impuso una solución netamente neoliberal (austeridad y más austeridad) para todos los países del bloque. Las políticas de austeridad nunca aplican a asuntos como salvar (“bailouts”) los bancos europeos y gringos de la bancarrota, ni tampoco a salvar las multinacionales de sus malos negocios, pero la austeridad sí aplica a los gastos “innecesarios”, como la salud y la protección médica para la población, entre otros gastos sociales.

Estas recetas son excelentes para la acumulación de capital, y efectivamente han cumplido sus propósitos. No obstante, al materializarse una situación impredecible como la pandemia, se evidencian los graves problemas del sistema imperante, ya que el mismo no opera en base a la atención masiva y los altos volúmenes de pacientes (o clientes), sino atención solamente para quienes poseen los recursos para pagar. Producto de este sistema puramente mercantilista en Estados Unidos, y las políticas de austeridad en la Unión Europea, es que podemos entender el colapso de los sistemas de salud en esas dos regiones, en el contexto de la pandemia actual. 

La primera parte de este documento exploró varios aspectos de la geopolítica global antes de la transformación de la epidemia del COVID-19 en la China, a la pandemia del mismo nombre en el resto del mundo. Luego continuó explorando cómo estos procesos sociohistóricos de la geopolítica global dictaron la expansión de la pandemia, y cómo esta, a su vez, modificó estos procesos globales, en una relación casi dialéctica, y definitivamente intrínseca.

En la segunda parte decidimos tomar un caso en particular – las agresiones contra la República Bolivariana de Venezuela – para seguir explorando cómo la geopolítica de la pandemia determina ciertos cambios bruscos en las políticas exteriores e internacionales de ciertos países y/o potencias globales. Aunque la víctima principal de estas agresiones es el pueblo venezolano, las razones que motivan estas agresiones no se pueden hallar en la propia Venezuela y sus dinámicas domesticas, sino en los efectos que tiene la pandemia en ciertos procesos geopolíticos globales, a la vez de las realidades internas y domesticas del autor principal de las agresiones contra el país suramericano: Estados Unidos.

Todo esto demuestra cómo los sucesos en un país pueden estar dictados por procesos geopolíticos que tienen poco que ver con sus realidades internas. Igualmente demuestra el grado de interconexión entre los procesos geopolíticos y sociohistóricos por un lado, y la expansión de una pandemia por el otro. Los análisis geopolíticos y de relaciones internacionales que se presentan en este documento buscan demostrar la importancia de explorar críticamente cómo los fenómenos que no son sociopolíticos influyen, distorsionan o transforman los procesos sociopolíticos, socioeconómicos y socioculturales de la política global. Entre estos factores, indicamos las pandemias, los desastres naturales y otros factores que no surgen de las propias relaciones sociales. Igualmente importante es incorporar elementos que por lo general no forman parte de las concepciones conservadoras y positivistas del estudio de las Relaciones Internacionales, como el factor emotivo y cómo este contribuye en la formación y la evolución de los procesos sociohistóricos de la política global.

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