Geopolítica de las Pandemias (Parte II)- Regime Change

Por Omar Hassaan

Es prácticamente imposible colocar en este artículo la totalidad de las agresiones verbales, diplomáticas y económicas del régimen del Señor Trump contra Venezuela, solamente en el contexto actual. Con cada visita del Señor Pompeo a su destino favorito en América Latina – la capital neogranadina – ya tenemos una serie de amenazas contra todo el pueblo venezolano. El Señor Jair Bolsonaro – en medio de un desastre político por su respuesta a la pandemia y los ministros y aliados que abandonan su gobierno – ha decretado como “prioridad” de su gobierno la expulsión del cuerpo diplomático venezolano. El gobierno iraní envía un avión con suministros para producir gasolina en Venezuela, y el Señor Pompeo anuncia que hay que sancionar a todos los países que permitieron el sobrevuelo de los aviones persas, ya que vienen a “fortalecer los lazos de terrorismo en toda las Américas”. Obviamente, no hay fin a esta triste farsa.    

Los señores Duque y Bolsonaro, sus jefes los Señores Pompeo y Trump, y finalmente el “office boy” que trabaja en el cubículo del departamento de Estado gringo conocido como la “OEA” – el “Señor” Almagro – están dedicados al tema “Venezuela”. Es difícil para cualquier analista serio contemplar estas acciones de los gobiernos de Colombia, Brasil y Estados Unidos como acciones para “restaurar la democracia” y por “los derechos humanos”. El grado de agresividad en la cual se conducen estos asuntos, la capacidad de violar sistemáticamente el derecho internacional, pero, más importante, la disposición de sofocar a toda una nación y sumergirla en pobreza y miseria por la “democracia” y los “derechos humanos”, hace difícil tomar en serio los alegatos de “restauración de democracia” y “finalizar la tiranía”, etc.

Primera vez en la vida que se escucha que negarle cargamentos de comida y medicamentos a un país entero, de sabotear servicios públicos y finalmente enviar oleadas una tras otra de mercenarios para perpetrar masacres indiscriminadas contra la población (y no solamente los políticos), son requisitos para la “restauración de la democracia” y la “defensa de los derechos humanos”.

Lo que si se ajusta a estos eventos, posturas y acciones es la tesis de un “regime change”, actividad favorita de los gringos, desde que el Señor William Walker se impuso como “Presidente” de Nicaragua en 1856. Esta tesis cobra relevancia y validez ya que una cosa es interferir en un proceso de inestabilidad interna para favorecer un grupo sobre otro, y otra es estimular la inestabilidad de manera abierta y coercitiva, a lo largo de varios años, incluso llegar a perpetrar una farsa jamás antes vista en el sistema internacional: reconocer un “gobierno paralelo” que no posee aspecto alguno de gobierno o gobernabilidad, aunque sus “miembros” operan libremente dentro del país.

Por lo general, cuando un gobierno “de facto” asume el poder y otros gobiernos no lo reconocen, el gobierno que sí reconocen siempre se encuentra o en el exilio, o escondido en las montañas (o en zonas aisladas). En este caso, el “gobierno” reconocido por los gringos y sus aliados está conformado por unos cuantos diputados de una Asamblea Nacional en desacato, a la vez de personalidades privadas. No solo las acciones gringas son inéditas, sino también las de la “tiranía” del Señor Maduro, ya que es la primera “dictadura” que permite a estos señores hacer lo que se le instruya desde afuera.   

La fachada de “restaurar la democracia” y “la defensa de los derechos humanos” es imposible de sostener – menos ahora con confesiones de mercenarios gringos en manos de los organismos de seguridad del Estado venezolano – pero a los partidarios de una invasión gringa o del colapso total de Venezuela para permitir el “regime change”, ya no les importa la validez de sus propios argumentos, ni la coherencia de los mismos. Simplemente, se trata de lo emotivo, lo que ya habíamos señalado en la primera parte de este documento, aunque en ese caso era lo emotivo en la política internacional, y en este caso es en la política domestica. El odio al chavismo y el proyecto político que aplica este movimiento sociopolítico y sociohistórico, sustituye la necesidad de proyectar argumentos racionales y coherentes. Lo que importa es la “salida”, como han señalado durante estas últimas dos décadas de luchas contra el proyecto político bolivariano.

Los partidarios de estos grupos no apoyan la violencia y las masacres porque van a restaurar la democracia o los derechos humanos, sino porque van a exterminar el chavismo. Punto. Los mismos que apoyan la violencia y los mercenarios ahorita para la “restauración de la democracia” y “los derechos humanos”, después del golpe y las masacres contra el pueblo venezolano, no tendrán ni el más mínimo problema que se instale un gobierno de transición que se extienda en el tiempo y que transforme por completo el Estado venezolano sin tener un mandato popular para realizarlo, ni tampoco que se lleven miles de chavistas a las cárceles y los campos de matanzas. Lo que determina sus visiones es lo ideológico, nunca lo democrático.   

Esto quizás explica la incoherencia de los defensores de la desestabilización y posible invasión gringa contra Venezuela, entre lo emotivo y la incapacidad de expulsar el chavismo de las realidades políticas de la nación. No obstante, esto no explica la insistencia y la persistencia del gobierno estadounidense – particularmente la del Señor Trump – de destruir a toda Venezuela si sea necesario, para erradicar el proyecto Bolivariano del país suramericano. Pero es precisamente estas motivaciones – en el contexto actual de relecciones, guerras frías (o rivalidades geopolíticas) y pandemias – las que ameritan ser evaluadas y examinadas.

A nuestro humilde criterio, estas motivaciones no se pueden hallar en Venezuela, no responden específicamente al Presidente Maduro ni al títere de la Asamblea Nacional en desacato, sino que se encuentran distribuidas entre las realidades de la política interna gringa, y cómo estas interactúan con el entorno geopolítico global, en esta coyuntura particularmente excepcional e inusual del sistema internacional. Son estos puntos lo que pretendemos abordar en el documento actual.

Bombas en Beirut e Invasiones en Granada

Ya hemos señalado como Estados Unidos – a través de uno de sus portavoces, el Señor Barr – considera sus acciones contra Venezuela en el marco de la famosa operación “Causa Justa”, entre los años 1989 y 1990, en referencia a la nefasta invasión estadounidense a Panamá para remover el agente de la CIA y la DEA, Manuel Noriega. Es interesante como uno de los personajes claves de esa invasión fue el propio Señor Elliot Abrams, el mismo que anda rogando por una nueva invasión, ahora contra Venezuela. Las sanciones gringas contra Panamá para entonces incluyeron una restricción severa de la circulación de la moneda nacional de Panamá, la cual lamentablemente es el dólar estadounidense. Las razones de los apologistas de los gringos – dentro y fuera de Venezuela – para comprar una posible invasión gringa a Venezuela con las acciones sangrientas contra Panamá, están relacionadas con el apoyo y la eventual “legalidad” que se le buscará a masacre, después de que esta sea perpetrada.

En realidad, se busca hacer el paralelismo entre Noriega y el Presidente Maduro, para así crear la ilusión de que ambos son dictadores, ambos son narcotraficantes, y ambos serán depuestos en operaciones militares que son “causas justas”. Desde un grupo particular de opositores en Venezuela, esta misma comparación posee connotaciones psicológicas: el enfoque en la figura que tanto detestan y odian – el Presidente Maduro – ya que estas interpretaciones permiten enfocar la atención en remover del poder al Presidente Maduro, en vez de observar el proceso como un “regime change” motivado por razones no personales, como el poder y el dominio. El paralelismo con Noriega permite percibir esto como “acciones contra Maduro”, en vez de acciones contra toda Venezuela. Pero como siempre, no solamente mueren miles de civiles (en Panamá fueron miles de civiles muertos, pero el cinismo de los invasores reportó solamente entre 300 y 600 muertes de civiles), sino que el país queda alterado y sometido a ser una colonia gringa por mucho tiempo.

En realidad, una posible invasión gringa contra Venezuela, en el contexto actual, se asemejaría más a la invasión gringa de Granada en 1983, que la triste masacre en Panamá. La invasión estadounidense de Granada fue la primera gran operación militar estadounidense después de la Guerra de Vietnam. De hecho, puede haber sido en parte una prueba del llamado «síndrome de Vietnam», la supuesta «aflicción» que dificulta que el público estadounidense apoye la intervención militar estadounidense en el exterior. Al igual que Irak, las justificaciones iniciales de la invasión demostraron ser muy discutibles, incluso fueron comprobadas como completamente falsas, pero aun así, recibió el apoyo bipartidista en el Congreso y la aprobación de casi dos tercios del público estadounidense, y una indiferencia generalizada por parte de la población nacional, en relación con temas como la ilegalidad y criminalidad de las acciones emprendidas por su gobierno.  

En el marco de la invasión sionista al Líbano (1982) y la participación de varios actores regionales e internacionales en dicha tragedia, la intervención gringa recibió su factura más cara el 23 de octubre de 1983: dos camiones cargados con aproximadamente 9.500 kilogramos de explosivos, impactaron contra edificios en la capital del Líbano que albergaban soldados gringos y franceses, presentes en el país árabe para apoyar el gobierno cristiano (maronita, pro-occidental y pro-sionista) en un país de mayoría musulmana (y ferozmente anti-sionista). El ataque exterminó a 307 personas: 241 soldados gringos, 58 franceses, seis civiles y los dos atacantes. Hasta esa fecha, la explosión que destruyó la sede de los marines gringos fue la explosión no-nuclear más poderosa de la historia. Obviamente, fue un fuerte golpe contra la política exterior de Reagan, y para 1984, ya se estaban retirando de El Líbano.

EL 25 de octubre de ese mismo año – 48 horas después del severo golpe en Beirut – Estados Unidos invadió la nación isla de Granada, en el marco de una operación militar que ellos denominaron “Furia Urgente”. Definitivamente era “urgente”, pues tenía que moverse rápidamente después del desastre en el Líbano. Reagan tenía en mente varias opciones para lidiar con el gobierno del Movimiento Nueva Joya (New Jewel), aunque nunca contempló seriamente una invasión militar, hasta los sucesos en El Líbano.    

Estados Unidos había tratado de derrocar al Movimiento Nueva Joya desde su incepción, al igual que el proceso bolivariano en Venezuela. Inmediatamente después de la revolución en 1979, la administración del Señor James Carter otorgó asilo al primer ministro exiliado, el Señor Eric Gairy, quien utilizó Estados Unidos como una base para las transmisiones de radio antigubernamentales. Después de que Estados Unidos se negó a proporcionar ayuda para la defensa militar y ofreció solo asistencia económica limitada, el Primer Ministro del movimiento señalado – el Señor Maurice Bishop – recurrió a Cuba en busca de ayuda. La administración del Señor Carter luego lanzó una campaña para desalentar el turismo estadounidense en la isla, prohibir la ayuda de emergencia y rechazó el reconocimiento del embajador de Granada ante Estados Unidos.

Luego, durante la administración del Señor Ronald Reagan, la hostilidad estadounidense aumentó. Se bloqueó la asistencia económica a través del Banco Mundial y el Banco de Desarrollo del Caribe, se restringió la ayuda del Fondo Monetario Internacional y ni siquiera se consideró la participación de la isla en la Iniciativa de la Cuenca del Caribe.

Informes del Washington Post indicaron que desde 1981, la CIA había emprendido esfuerzos para desestabilizar al gobierno de Granada, política y económicamente. En agosto de 1981, las fuerzas armadas gringas organizaron una simulación de invasión de Granada en la isla de Vieques, en la costa de Puerto Rico, con la finalidad de intimidar el gobierno de Granada.

Poco antes de la invasión, los vuelos regulares y los enlaces marítimos desde las islas vecinas del Caribe y hacia Granada habían cesado, a partir del 21 de octubre, debido directamente a la presión ejercida por el gobierno estadounidenses. Aparentemente, al impedir la salida de los estadounidenses que estaban en la isla (estudiantes de medicina), la administración del Señor Reagan encontró la excusa necesaria para invadir: la presencia de estadounidenses “atrapados” en la isla, posiblemente como rehenes. La inexistente presencia de “asesores militares” soviéticos fue otra excusa para invadir.

Las razones que justifican la postura altamente hostil de Estados Unidos contra Granada son las mismas de siempre, a lo largo de la historia de América Latina y el Caribe: Para empezar, su política exterior y sus políticas de “desarrollo” no estaban subordinadas a las del gobierno estadounidense. Su economía no estaba dominada por los intereses corporativos estadounidenses. Adicionalmente, una demostración de fuerza contra ese país, haría que los estados con ideales nacionalistas izquierdistas similares (Cuba, Nicaragua) se sientan acorralados. Si un país tan pequeño y pobre como Granada hubiera podido continuar su ritmo de desarrollo bajo un modelo alternativo, sentaría un mal precedente para otros países del Sur. Granada, bajo el Movimiento Nueva Joya, estaba alcanzando un nivel peligroso de atención médica, alfabetización, vivienda, democracia participativa y equidad social.

Ahora bien, el movimiento del Señor Bishop cometió dos errores fundamentales y catastróficos: en primer lugar, las promesas de la Nueva Joya de realizar un proceso electoral luego de la expulsión del Señor Gairy nunca se cumplieron, restándole legitimidad hasta cierto punto, y abriendo el camino para la intervención gringa. El segundo – quizás el error fatal – fue la fractura en el seno del movimiento, entre el Señor Bishop y sus seguidores, por un lado, y los señores Bernard Coard, Hudson Austin y sus seguidores, por el otro. La ruptura pasó a un golpe de Estado, seguido por una pequeña masacre de civiles que trataron de liberar al Señor Bishop luego del golpe, en la cual este y varios de sus seguidores fueron ejecutados (de manera extrajudicial). Acto seguido, se impuso una junta militar de gobierno. Todo esto creó las condiciones idóneas para las justificaciones que requieren los gringos para invadir. Aquí podemos observar la sabiduría del Comandante y Presidente Hugo Chávez, y las lecciones que le dejó al Presidente Maduro: las guerras asimétricas se luchan con el bisturí, la paciencia y una ardura resistencia a las provocaciones, como también la unidad interna, naturalmente.    

De particular preocupación fue la influencia que el Señor Bishop y sus seguidores, quienes se inspiraron en gran medida en el movimiento afrodescendiente de Estados Unidos, podrían tener sobre los afro-estadounidenses. Un exitoso experimento socialista realizado por “negros” de habla inglesa tan cerca de Estados Unidos, siempre será visto como una amenaza para las elites gringas. Pero el beneficio más importante de la invasión a la pequeña isla caribeña lo vemos de las palabras de un columnista gringo (Hedrick Smith, en su artículo del 30 de octubre de 1983), del New York Times:

La administración (del Señor Ronald Reagan) está tratando de obligar al país (Estados Unidos) a deshacerse de las restricciones posteriores a Vietnam y asumir el papel de un policía mundial. Para una administración que necesita una victoria en política exterior, Granada ofreció lo que el senador Charles Mathias, republicano de Maryland, calificó como «un objetivo» digerible y del tamaño de un bocado «, aunque resultó más difícil de masticar de lo previsto.

Aquí deseamos dirigir la atención del lector a las siguientes dos expresiones: “necesita una victoria en política exterior” y “un objetivo digerible y del tamaño de un bocado”. Estas son claves para entender lo que está sucediendo actualmente en Venezuela. Como señalamos anteriormente, los avances socioeconómicos y la independencia política del dominio de Washington fueron elementos que explican la hostilidad de los gringos hacia el movimiento del Señor Bishop. Pero estos elementos no fueron los que determinaron la decisión de invadir. Para eso, debemos colocar otros elementos en la cima de las prioridades gringas:

1.            La necesidad de distraer la atención pública gringa del desastre en el Líbano, el cual fue responsabilidad de las injerencias gringas del Señor Reagan, en primer lugar;

2.            La necesidad de obtener una “victoria” en política exterior, preferiblemente contra un objetivo “digerible y del tamaño de un bocado”;

3.            Obtener un aumento en la popularidad del Señor Reagan, quien enfrentaba un proceso de relección a menos de un año de esos sucesos;

4.            Impulsar acciones sangrientas (y, sobretodo, visibles) que logren disuadir a actores regionales como los sandinistas, los cubanos y el FMLN de resistir la hegemonía gringa en la cuenca del Caribe y América Latina en general.

¿Qué poseen estas cuatro prioridades en común? Simplemente, son prioridades de la política interna estadounidense, sus fracasos en materia de política exterior, y las realidades de sus rivalidades geopolíticas a nivel hemisférico y mundial. Poco o nada que ver con la vida en la pequeña isla caribeña, con una minúscula población de habla inglés. Es precisamente por esta razón que los factores que se acumulan aceleradamente para “justificar” una invasión gringa a Venezuela en el 2020, se aproximan más a la invasión gringa de Granada, que la invasión de Panamá. A pesar de las obsesiones y los odios viscerales de ciertos oposicionistas en Venezuela (de nuevo con el factor emotivo en la política), en realidad las agresiones gringas contra Venezuela no se tratan del propio Presidente Maduro, ni de otras figuras del Gobierno Bolivariano, tampoco de las aspiraciones y anhelos de la “oposición” venezolana, sino de elementos de la política interna gringa y su rol en el tablero geopolítico mundial, pero añadiendo un nuevo elemento que no suele hacer presencia en los proceso de lucha y de poder en el ámbito internacional: el microscópico Señor Sars-CoV-2 y la enfermedad que este causa en los ser

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