YO CONOCI A FIDEL

Por Miguel E. Salazar

No tuve la bendición de ver a El Caballo, al Comandante Fidel, ni de cerca ni de lejos o de escuchar en vivo algún discurso suyo a los pies de la Plaza de la Revolución en La Habana. La primera vez que tuve conciencia de la gigantez de aquel hombre fue en su visita a Venezuela, durante la toma de poder de Carlos Andrés Pérez, la llamada «Coronación». Fidel sobresalía sobre el resto de los invitados internacionales, era el centro, el foco de atención, las cámaras de los medios nacionales e internacionales no le perdían movimiento. A mis 15 años, en aquel entonces, me mantuve pegado al televisor para ver a ese hombre de uniforme de gala militar que destacaba entre los trajes grises y negros.

Fidel ya había estado en Venezuela apenas triunfó la Revolución Cubana. El Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela fue testigo aquel 24 de Enero de 1959, ni siquiera a un mes de la derrota de la dictadura de Fulgencio Batista bajo la fuerza del pueblo cubano con este hombre de apenas 32 años al frente, quien había empezado la lucha contra «80 mil hombres a partir de 7 fusiles». El Aula Magna volvió a recibir a El Caballo en 1999, ya con el Comandante Chávez como Presidente de Venezuela, ésta sería otra cita que me perdería pues estaba en preparación de mi ida a Colombia unos meses después.

Al Comandante Fidel no lo conocí, como seguramente sí lo hiciera algún humilde trabajador, estudiante, campesino o soldado cubano, ya fuese en las calles de La Habana Vieja durante el Período Especial, en un asentamiento campesino durante la zafra en 1970 o en las trincheras derrotando la invasión yanqui en Playa Girón. A Fidel lo conocí en sus ideas. Mi historia con Fidel es a partir de su pensamiento martiano. Recuerdo lo primero que leí, un facsímil, perteneciente a mi papá, que recogía en fotografía el Asalto al Cuartel Moncada y que contenía aquellas palabras que transcenderían el tiempo, «La Historia Me Absolverá». No solo Fidel me atrajo con su gallardía, valentía e ideas; otra figura de aquellos combatientes me marcaría la vida, la de Abel Santamaría, el segundo jefe del Asalto al Moncada quien fue salvajemente torturado y asesinado. “Mis compañeros, además, no están ni olvidados ni muertos; viven hoy más que nunca y sus matadores han de ver aterrorizados cómo surge de sus cadáveres heroicos el espectro victorioso de sus ideas”, es uno de esos pasajes de la declaración del Comandante Fidel que aún releo una y otra vez.

Al Fidel que conocí en sus ideas lo acompañaba el pensamiento del Apóstol: “Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!”. Un bolivariano automáticamente se convierte en un martiano y viceversa, no puede ser de otra forma, entender el pensamiento de Fidel pasa por comprender la esencia de las ideas de José Martí y Simón Bolívar. Viene a mi memoria cómo entre la obra de Martí encontraría junto a mi padre algunas líneas para escribir un comunicado en apoyo al líder del alzamiento del 4 de Febrero de 1992, el Comandante Hugo Chávez Frías: «Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana.»

Al Fidel que conocí lo encontré en la obra de uno de mis referentes, Ernesto «Che» Guevara, el más fidelista de todos. Al iniciar mi militancia en la Juventud Comunista de Venezuela, el encuentro con las ideas de Fidel me convirtió en guevarista. Y debe ser así porque al hablar de Fidel, necesariamente hay que señalar la obra y la vida del Che. En el Guerrillero Heróico está la idea fidelista sobre la propagación de la Revolución por la humanidad. Cómo no recordar aquella carta dirigida a Fidel por el Che al abandonar Cuba para perseguir los sueños y las esperanzas de otros pueblos en el mundo. Siempre oigo con gusto a mi padre recitar de memoria el contenido de aquella carta imitando a Fidel: «Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario. Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en tí desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente claridad tus cualidades de conductor y de revolucionario. He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.»

Estas dos figuras que han escrito y realizado parte la historia de la humanidad me acompañan desde hace 15 años en los cargos de responsabilidad que me ha tocado desempeñar, un afiche de Fidel con su traje militar verde olivo, comprado en una Feria del Libro en Caracas y otro afiche del Che con su fusil, publicado por el Fondo Editorial “Carlos Aponte”, Serie N° 1, que me regalo mi padre. Además de algunos textos de Fidel y el Che que tengo a la mano en mi lugar de trabajo para apoyarme en cualquier análisis del momento que vivimos o en alguna construcción teórica que implique fortalecer la idea revolucionaria en la transformación del territorio.

A Fidel lo reencontré en las calles de La Habana unos ocho años atrás en la bienvenida que me diera otro gran fidelista, el internacionalista cubano, el amigo, Roberto Márquez Orozco y en la conversa en Caracas con un fidelista y guevarista leal, Harry Villegas “Pombo”. Mi historia con Fidel, va de la mano del encuentro en el Instituto Pedagógico de Caracas con el Comandante Chávez, una vez salió de prisión. Aquel barinés del 4F, Comandante de los Paracaidistas, sería recibido en el aeropuerto internacional José Martí por el propio Comandante de la Revolución Cubana en el año de 1994. El pensamiento de Hugo Chávez lleva la carga profunda del ideal fidelista.

Mi historia con Fidel pasa por la recreación y reconstrucción del pensamiento de Hugo Chávez, obra que el destino dejo inconclusa. La Unidad  Cívico-Militar, el pueblo en armas, la integración latinoamericana, la democracia revolucionaria y la independencia plena, son conceptos centrales de Hugo Chávez, que no solo parten del pensamiento de Simón Bolívar y de José Martí sino que encuentran en la idea fidelista el complemento a la visión de un Socialismo del Siglo XXI. «Fidel para mí es un padre, un compañero, un maestro de la estrategia perfecta» dejaba claro el Hugo que pasaba horas junto a Fidel, ya fuera durante un viaje a Caracas de Fidel o en las innumerables visitas que el Comandante Chávez hizo a La Habana. En la lucha contra el ALCA encuentra Fidel en el reciente electo Presidente Hugo Chávez a su más fiel acompañante. Ambos complementan sus ideas contra el neoliberalismo que avanzaba siniestro por los rincones de Nuestra América. Ambos encontraron en el Socialismo la alternativa de la humanidad contra el Capitalismo. Cada escrito, reflexión o discurso del Comandante Chávez va precedido de la idea fidelista: «Recordé al poeta: Abre tus portones, historia. Que vamos entrando con Fidel. Con el Caballo». Y claro, el poeta Juan Gelman, tenia razón aún sin conocer el destino de otro grande de Latinoamérica como lo es Hugo Chávez, «como un fuego encendido contra la noche oscura como un golpe de amor en la cara del miedo» entraron juntos en el portal de la historia. 

Mi historia con Fidel aún está inconclusa, está escribiéndose, formándose en las gestas de los pueblos, de mi pueblo y sigue su camino en la lucha de la humanidad por su sobrevivencia. Y por eso con el Comandante Chávez exclamámos: «¡¡Patria, socialismo o muerte!! ¡Venceremos!»

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