Venezuela vuelve a convocarnos.

Desempolvando una vieja lectura de Álvaro García Linera sobre el empate catastrófico, a partir del análisis marxista, nos reencontramos con algunas ideas que eran referencia para entender la dinámica del Estado.

Sobre esta crisis aparecen algunos rasgos característicos, García Linera, hace mención a tres etapas; una de “confrontación de dos proyectos políticos nacionales de país, dos horizontes de país con capacidad de movilización, de atracción y de seducción de fuerzas sociales; otra etapa, que Linera llama de “confrontación en el ámbito institucional –puede ser en el ámbito parlamentario y también en el social– de dos bloques sociales conformados con voluntad y ambición de poder, el bloque dominante y el social ascendente”; y, por último, “una parálisis del mando estatal y la irresolución de la parálisis. Este empate puede durar semanas, meses, años; pero llega un momento en que tiene que producirse un desempate, una salida”. Afortunadamente en el caso de Venezuela no hemos llegado a este momento de parálisis en el mando de la Revolución Bolivariana, sino todo lo contrario, pero si estamos ante un momento de definición.

Linera ilustra cómo se comporta esta crisis a partir de los textos de Marx de 1848 a 1849, nos dice que “son muy ilustrativos de esa idea de conflictividad por oleadas, que van y vienen: estabilidad, conflictividad, estabilidad, conflictividad”. En nuestro caso, el referéndum Consultivo del pasado 3 de diciembre por El Esequibo pudiera ser el encuentro puede adentrarnos en un momento de estabilidad política. Tengamos a la mano para el análisis los cinco consensos a los que ha convocado el Presidente Nicolás Maduro, con el objeto de construir “un alma nacional unificada y superior de los venezolanos y venezolanas, además que garantizan una visión completa para la autoformación y fortalecimiento del pensamiento de consenso nacional”; el consenso económico, el consenso en torno a la condena de las sanciones que le retuercen el pescuezo a la economía nacional, el consenso relacionado con “Defender la paz, la convivencia, la tolerancia y el diálogo entre los venezolanos”, el consenso alrededor de la recuperación del estado de bienestar social y finalmente, el consenso nacional para la “Recuperación de la Guayana Esequiba a través del derecho público, nacional e internacional”. Sobre este último, 10 millones y medio de almas hemos sentido El Esequibo como un bien común de las venezolanas y los venezolanos, tal como en el 99 nos dimos la Constitución, hoy nos damos un mapa nuevo sin aquellas odiosas líneas que marcaban el territorio en reclamación, este fue redibujado por el sentir nacional. “¡Diálogo, debate libre, democrático y consenso!”, ha precisado el Presidente Maduro ante la instalación del Consejo de Defensa de la Nación, el Consejo Federal de Gobierno y el Consejo de Seguridad Nacional.

Pero volvamos a García Linera, ¿Cuáles son los proyectos políticos que disputan el poder? ¿Cuáles son los dos horizontes de país con capacidad de movilización, de atracción y de seducción de fuerzas sociales que disputan la hegemonía? De plano, deberíamos señalar dos bloques que parecieran estar en plena conformación, una patriota, nacionalista, que va construyendo una nueva mayoría. Y del otro lado de la acera un sector ultraconservador alineado a los intereses de Washington que tiene como objetivo la desintegración del territorio que está en un proceso de acumulación de fuerzas a lo interno del país y en un proceso de recomposición de fuerzas aliadas en el plano internacional. Ambas fuerzas atraen y seducen a las fuerzas sociales, no es casual que la artillería mediática e ideológica, esa que se cuela silenciosamente, esté direccionada a los sectores más vulnerables o cómo se explica que un trabajador o un desempleado se alineen con “la clase que la explota y oprime”. Pobreza y desigualdad, no son elementos que estas fuerzas ultraconservadoras vayan a enfrentar para llevarle al pueblo la mayor suma de felicidad posible, esa es una tarea que le corresponde a quienes abracen a la patria y pongan el mayor esfuerzo sobre los sectores más humildes de la sociedad.

En el mismo texto de García Linera podemos encontrar una idea central, ninguna crisis es eterna, esta encuentra una salida. O las fuerzas patriotas avanzan y logran consolidar una alternativa o las fuerzas emergentes, las que apuestan por la desintegración del territorio, vence y dan paso a un Capitalismo Salvaje que carcomerá al espíritu nacional. Este momento tiene su fecha en el calendario, tiene espacio y tiempo, segundo semestre del 2024, recordemos que en Barbados se firmaron unos acuerdos, entre ellos, en materia electoral; organizar las elecciones para el segundo semestre, actualizar el registro electoral permanente y aceptar observadores internacionales, como la UE y el Centro Carter. En el 2024 aflojamos la tapa de la olla de presión, con un solo resultado, un buen guiso para el disfrute de Venezuela toda o nos explota la olla ante nuestras propias caras. O resolvemos esto por la vía política o “es un momento en que Nietzsche y Foucault tienen razón”.  

En el caso Venezolano, el consenso nacional, de las fuerzas patriotas que buscan impedir el avance de las fuerzas ultraconservadoras, necesitan un líder que convoque al país hacia la consolidación del modelo democrático participativo y protagónico. Si nos apuran, no tenemos dudas que quien puede convocar ese consenso tiene nombre y apellido, Nicolás Maduro. Un consenso nacional que impida que a través de las fuerzas ultraconservadoras se nos cuele por una rendija el fascismo. Este no es ajeno a nosotros, recordemos el lamentable caso de Orlando José Figuera, quien fue prendido en fuego no por el hecho de ser afecto al chavismo sino porque era pobre. 

El Referéndum Consultivo fue el resultado de consenso nacional por la integridad territorial, sobre el cual el Presidente Nicolás Maduro supo colocarse al frente y convocar a amplios sectores de la sociedad venezolana. El Referéndum por El Esequibo nos mostró una ruta. No solo se recogió el interés de las fuerzas del chavismo sino también de sectores empresariales, de oposición y de clase. “Venezuela nos convoca”, no fue una mera consigna electoral, se constituyó en una fuerza que agrupó voluntades sobre un tema sensible y de interés nacional. No fue poca cosa derrotar los intereses internacionales sobre la Guayana Esequiba y de las emboscadas de los pitiyanquis.

Un nuevo consenso nacional, en lo político, implica que sectores de la sociedad que no gravitan sobre el Chavismo entiendan que sus derechos políticos y económicos están plenamente garantizados en el marco de la Constitución. Que sus intereses también son escuchados y valorados en el marco del proceso revolucionario. “Agotar, una, y otra, y otra vez, no por debilidad, sino porque estamos obligados a dialogar y a oír, y en el peor de los casos, después de haber agotado todas las opciones, se puede tomar otro camino de definiciones”, de allí la necesidad del consenso nacional contras fuerzas ultraconservadoras que están dispuestas a desintegrar el territorio a costa de sus propios intereses; CITGO, Monómeros, nuestro Oro en manos de Inglaterra, convocar el TIAR y más recientemente, sabotear el Referéndum Consultivo por El Esequibo plegándose a los intereses internacionales, son muestras suficientes del enemigo a vencer.

Un consenso nacional con este propósito no implica negociar con la derecha, ya hemos señalado cuál es su interés, ya hemos vivido como se comporta, ya hemos experimentado que pueden hacer si llegan acceder al poder.

Es necesario un consenso nacional más allá del chavismo y hemos demostrado con este Referendo que tenemos la fuerza política para agrupar a la sociedad por el bien de la Patria en la construcción de una nueva mayoría.

Hace uno días, el Presidente Maduro recomendaba la lectura de un trabajo de Yldefonso Finol, “El Socialismo Bolivariano del Siglo XXI, la ecuación del buen vivir y el bien común”, de este voy a extraer unas líneas que pueden orientarnos sobre las bases que deberían sustentar el consenso nacional político necesario para que la República Bolivariana de Venezuela se consolide como un Estado de Derecho y Justicia Social promueva la mayor suma de felicidad al pueblo: “Nuestra historia es nuestra mayor riqueza, y cultivarla como memoria colectiva de la ciudadanía, es dotarnos de las dos armas más poderosas de los pueblos: conciencia de pertenecer a una estirpe heroica, y amor por esa construcción almática llamada Patria”.

Venezuela vuelve a convocarnos.

Miguel Ernesto Salazar

Profesor en Geografía e Historia. Militante del Partido Unido Socialista de Venezuela. Miembro del Equipo Editorial de la Revista Pueblo En Armas.

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